Viviendo en Familia, por: L.P.A. Lorena Godoy Bibiloni.
A partir de la llegada de los hijos en un matrimonio, todo cambia. No voy a utilizar adjetivos, simplemente les aseguro que nada será igual que antes. Se añade al rol de esposos, uno nuevo: el ser padre o madre. Ardua tarea la que inicia y no tendrá fin hasta el día que partamos de este mundo.
En esta maravillosa aventura de la paternidad, se atraviesa por diferentes etapas que van totalmente relacionadas con la edad de los hijos.
Hoy, quisiera platicar un poco, sobre cómo impactan de alguna forma en la vida conyugal y algunas sugerencias para disfrutarlas, pero sobretodo, no olvidar que antes de ser padres, son esposos.
AMOR SOBRE HOJUELAS
El título habla solo, me refiero desde el momento de que nacen hasta que cumplen 6 años aproximadamente. En esta etapa, a la gran mayoría de los padres nos genera una preocupación asegurar que nuestros hijos cuenten con los mejores cuidados, una buena alimentación, el descanso apropiado, que se desarrolle integralmente de manera sana y equilibrada en todos los aspectos.
Aquellas noches románticas, se vuelven noches para cuidar las primeras enfermedades que se presentan en estos años ante el contacto con el mundo exterior. Es el momento de estimular sus movimientos físicos, es decir, ir al parque, salir a montar el triciclo, bicicleta, patinar, etc. Y nuestras salidas con amigos, pueden posponerse ante la extenuante rutina del día.
¿Ustedes saben del desgaste físico y emocional que implica para los padres tener esta presión encima? Es una realidad, sin embargo, no debemos dejar de hacer el intento por mantener la relación íntima entre los esposos.
¿Pero cómo?
Si procuran educar a sus hijos con una rutina bien clara y establecida con horas para comer, jugar, bañarse y dormir; resultará muy sencillo que sus hijos “desaparezcan del mapa” a partir de las 8 de la noche y así podrán tener las noches para ustedes. Por lo general, a las madres nos cuesta más dejar a los hijos encargados con alguna persona de confianza, así que, el educar a los hijos desde pequeños de esta manera, favorecerá poder seguir sintiendo que tienen tiempo para ustedes.
LA EDUCACIÓN, ANTE TODO
Inicia la primaria y como si fuera la universidad, los padres nos ponemos un poco locos y queremos que tengan clases de todo lo habido y por haber para que sean los más inteligentes del mundo. ¡Se vale, pero todo con medida! Es necesario cuidar que no sobre estimulemos a los hijos y que les generemos ansiedad y estrés por tener rutinas saturadas de actividades, que no les permitan tener una vida equilibrada, entre la vida escolar, los encuentros con los amigos, las visitas o viajes familiares, los días de disfrutar la casa, el arreglo de las habitaciones, el realizar las responsabilidades propias de acuerdo con sus edades, etc.
Si caemos en una “activitis”, ¿adivina quién se termina estresando? Por su puesto que los padres, ante todas las vueltas que hay que dar, los pagos extras de las clases especiales y todo lo que conlleva cada una de ellas. Esto termina, en definitiva, afectando la vida marital.
Cuando los hijos están estudiando la primaria, es muy claro observar matrimonios acelerados, agitados, sin tiempo, cansados y me atrevo a decir, un poco “hartos” de la vida que están viviendo.
Nuevamente, ¿cómo lograr el equilibrio?
La respuesta sigue siendo: Rutinas, hábitos que favorezcan la autonomía y responsabilidad de sus actos. Este tipo de formación, ayuda a los hijos a ser más independientes y nos permite a los padres a caminar junto a ellos e ir soltando poco a poquito, sobre todo si ya tienen 11 ó 12 años.
A estas edades, ya los padres somos más confiados y cedemos dejar a los hijos bajo el cuidado de alguna persona de confianza, y así, se pueden programar un día de la semana o por qué no, hasta un fin de semana para papá y mamá, para olvidarse de las prisas, la rutina, las carreras y hablar de su proyecto de vida matrimonial. ¿Por qué en esta etapa? Porque el matrimonio ya debe tener aproximadamente unos 8 años con mucho desgaste emocional porque cada día que pasa, nos damos cuenta de la responsabilidad que tenemos en nuestras manos y esto hace que dejemos a un lado nuestras necesidades como hombre – mujer y esposos. Hablen sobre sus metas personales y como matrimonio y no dejen de hacer proyectos, por mínimos y risorios que parezcan.
LA TEMIDA ADOLESCENCIA
Y cuando crees que todo está bajo control, ¿adivina? llega la adolescencia. Respiren profundo, prepárense, lean, compartan sus penas con otros matrimonios para que descubran que es NORMAL descubrir que alguno de los dos, se pueda sentir que es el ¡peor padre del mundo!; el que no tiene paciencia, el que quisiera inyectarle algo para que camine o se mueva más rápido, el que ya compró media docena de vasos porque se le caen o los bota cada 5 minutos… amigos… una época difícil para el matrimonio, pero no todo está perdido. También es el momento de que el padre se acerque a su hijo varón y logren conectarse y cimentar la relación que tendrán de ahí en adelante. Con las niñas no siempre es tan sencillo, o se acercan a la madre y se vuelven “sus amiguis” o de plano huyen lo más lejos posible. Ante cualquier panorama, el secreto es permanecer cercanos, preparados, pacientes, cariñosos y, ante todo, seguir marcando los límites, las normas de casa, los valores de la familia, es momento de ser fieles a nuestras convicciones porque se están enfrentando ante un mundo muy diverso que le produce confusión entre lo que vive en casa y lo que ve afuera de ella.
En esta etapa, no es difícil para el matrimonio encontrar los tiempos para estar juntos ya que los adolescentes lo único que desean es estar lo más lejos de sus padres. ¿Pero adivina?, ahora son ustedes quienes no querrán dejarlo ir solo a la Plaza, a los primeros XV años, a casa de los amigos, a la playa sin tu supervisión; pero es necesario que lo hagan porque es parte de la búsqueda de su identidad y de empezar a poner a prueba todo lo que han aprendido en casa.
UNA LUZ EN EL CAMINO
Recuerdo que una amiga muy cercana nos decía: no se desesperen, ya verás que podrás hablar con tus hijos sin perder el control. Y tenía toda la razón. A partir de los 17, 18 años, si han sido perseverantes en una educación basada en valores y virtudes, les aseguro, que podrán sentir paz en sus corazones de ver que sus hijos se convierten en hombres y mujeres de bien y que ustedes, como matrimonio, nunca dejaron que esta increíble y retadora labor, los haya separado sino que los hizo un gran equipo, que, por amor, decidieron engendrar y amar a estas hermosas creaturas llamadas: Hijos.
Me despido con la siguiente reflexión:
El amor de padres, consolida y fortalece el amor de esposos
pero nunca debe ensombrecer la unión entre marido y mujer.