Basta de autosabotaje ¡Tú Puedes Lograrlo!

Crecimiento Personal, por: Psic. Elda Leyva Novelo.

¿Tienes proyectos, metas u objetivos por cumplir y no has podido lograrlos? De repente sentimos que la vida conspira contra nosotros, una y otra vez nos encontramos obstáculos que nos impiden lograr nuestras metas.

¿Podría ser que realmente tenemos mala suerte? ¿Sera que el destino no quiere que logremos lo que nos proponemos? La realidad es que en muchas ocasiones los obstáculos, con los que nos topamos hasta el más extraño como caerse y fracturarse la pierna, nos los ponemos a nosotros mismos.

No es la suerte, no son los demás, no es el destino, somos nosotros quienes nos convertimos en nuestros propios enemigos. Nuestras creencias, miedos e inseguridades nos llevan a sabotear y a obstaculizar nuestras metas y objetivos.

Lo aceptemos o no, la realidad es que no es el accidente, la crisis económica, un mal trabajo, la falta de ventas, la enfermedad, aquello que se descompuso, la falta de tiempo, dinero, conocimientos o recursos, la suerte… ¡Somos nosotros mismos!

Y más en aquellos momentos decisivos, de cambio y de toma importante de decisiones. Pues el objetivo del autosabotaje es mantenernos en nuestra zona “segura”, en nuestra zona de confort.

Si queremos romper con el autosabotaje lo primero que debemos reconocer es que, a toda costa, consciente o inconscientemente, intentamos evitar posibles sufrimientos futuros, situaciones de estrés o situaciones desconocidas.

Y en segundo, necesitamos identificar y eliminar las creencias que nos limitan, las cuales hemos adquirido a lo largo de nuestra vida, y que son el origen de nuestro autoboicot.

Efectivamente, el origen del autosabotaje está en la infancia, en esas experiencias vitales estresantes y dolorosas, en las cuales aprendimos a anticiparnos a consecuencias peores por medio del evitamiento o en las que desarrollamos esquemas mentales con una visión de nosotros mismos en la que sentimos que no somos capaces, que algo nos falta o que conseguir nuestras metas está mal.

Al emprender un proyecto u objetivo, nuestro inconsciente nos empieza a enviar mensajes como: “deberías hacer esto y no aquello”, “no podrás lograrlo”, “no eres capaz”, “no puedes” “no estás listo” “y si funciona que harás”, etc.

¿Cómo nos saboteamos?

1. No finalizamos lo que iniciamos. Iniciamos un gran número de retos o proyectos los cuales acabamos dejando a medias o, incluso, abandonando. Solemos invertir numerosas horas de trabajo y esfuerzo, para luego desistir cuando estamos a punto de conseguirlo.

El temor o la creencia que se esconde tras esta conducta es que, si no acabamos este o cualquier otro proyecto, nunca tendremos que enfrentarnos a la posibilidad de fracasar o asumir el éxito.

2. La tendencia a procrastinar: Posponemos, postergamos o retrasamos aquellas actividades que debemos atender necesariamente, reemplazándolas por otras menos significativas o más sencillas y atractivas.

Experimentamos un temor al resultado final, de tal forma que si vamos aplazando la realización de la tarea y no invertimos todos los esfuerzos y recursos necesarios tendremos una justificación si ésta no resulta como esperábamos.

3. El perfeccionismo: Es la excusa perfecta para no avanzar y nunca acabar, sin que parezca que realmente no sabemos si queremos conseguir aquello por lo que estamos trabajando.

Una vez más las constantes revisiones y cambios, de nuestro “perfeccionismo” nos evitan acabar el proyecto y enfrentarnos a los resultados.

4. Las excusas: Es muy fácil llegar a encontrar un gran número de excusas que nos justifiquen el no enfrentarnos a cualquier cambio o posible riesgo. No tengo tiempo, necesito aprender más, me falta dinero, no tengo edad, son solo algunos ejemplos para justificar todo el tiempo el no enfrentarnos a nuevas tareas, que nos impliquen un reto.

Cualquiera que sea el medio o la conducta que utilizamos para autoboicotearnos, las consecuencias de contantemente posponer y aplazar nuestras metas o proyectos nos llevan a estar contantemente preocupados, deprimidos, incapaces de pedir ayuda, generando sentimientos de malestar consigo mismos, una imagen negativa ante los demás, y una gran culpa, inseguridad, angustia y desesperación por todas aquellas oportunidades perdidas.

Rompe con el ciclo del autosabotaje

El autosabotaje nos mantiene en una espiral de la cual hay que salir y el primer paso para hacerlo es conocerse, y admitir que en algún momento de nuestras vidas aprendimos a temerle a los resultados: al fracaso, al no saber que hacer si lo logramos y nos va bien, a que los demás nos critiquen, a no poder ser competentes, a darme cuenta de que puedo fallar, etc.

1. Entérate ¡Tú Puedes Lograrlo! Desarrolla la confianza en ti y no esperes a que alguien más lo reconozca, ¡Cree en ti!

2. Identifica las creencias que te detienen y elimínalas, deshazte de tus ideas negativas y aliméntate de cosas positivas.

3. Elígete a ti y deja de posponer. Date prioridad a ti y tus proyectos, aunque los demás se incomoden o molesten.

4. Apóyate de un profesional que te enseñe a ser proactivo y dejar de procrastinar.

5. Mantente motivado, visualiza cómo será a ver logrado tu meta y cómo te sentirás al llegar a ella.

6. Aprende a disfrutar del proceso, si te centras solo en la meta vivirás estresado y frustrado.

7. Sé equilibrado, admite que no será fácil pero que puedes lograrlo, que no eres perfecto, pero puedes mejorar cada día. Cuida de ti mismo pues solo el equilibrio en todos los niveles, tanto físico, como mental, emocional y espiritual, te llevaran a alcanzar tus objetivos.

Ánimo, da el primer paso y agradece en todo momento, pues ser agradecidos nos mantiene en el camino positivo hacia la meta.

——————————

Gracias por leer estas palabras que espero te sean de utilidad.

Elda C. Leyva Novelo

Psicóloga Católica con Maestría en Desarrollo Humano.

Asesoría Psicológica Online: citas al 9991134229

Facebook: @psicologaeldaleyvanovelo

Artículos recientes

El sueño de la vida

Crecimiento Personal, por: L.E.P. Valentina Gómez León.          “Los soñadores son los salvadores del mundo” decía James Allen. Y también sugería hacerse siempre estas preguntas:

Seguir leyendo »